Wonder Woman Episodio 8: BANDO. Escrito por Tom Monroe.


WONDER WOMAN Episodio 8: BANDO.



Diana marcha aprisa por los corredores de la base y al llegar a una área exclusiva entrega la identificacion y se acomoda el cabello casi al mismo tiempo. Adentro, la luz no es abundante y sólo se escucha la voz del General Blanchestein que sin interrumpirse mira fugazmente a la teniente Prince que ha llegado inexcusablemente tarde. Desde temprano, un equipo formado por diferentes divisiones se encuentra analizando la misión en África, que tomará un refugio que se supone resguarda armas y experimentos científico oscuros. El abordaje se ha planificado por más de un año, ya que los cuerpos anteriores llevan dos intentos fallidos. Ahora el Gobierno en sus más altos círculos se encuentra comprometido en el éxito de la misión. El adiestramiento final tendrá lugar en una zona secreta de los Estados Unidos, y, aunque no se trate del prototipo, participará un avión de generación hermana piloteado por Tom y Diana. Al terminar de hablar, el General, se dirige a uno de sus secretarios y le pregunta dónde se ha metido Helena Circe.

Entre tanto, Helena dialoga con Priscila Rich en las enormes escalinatas de las afueras de un Edificio de Gobierno. Priscila se muestra terminante: aunque la custodia del ingeniero Jason sea fuerte como la del presidente, no se puede esperar más tiempo porque la fecha se acerca. Por lo demás, Helena y su grupo deben dejar tranquila a la oficial Prince y ocuparse sólamente de que el teniente Gregor participe del entrenamiento. Pero Circe no se muestra de acuerdo y manifiesta que no quiere a la teniente Diana Prince en la misión. Sin responderle, la dama de cabello rojizo da media vuelta y se sube en la limusina que la espera. Para reprocharle, Helena abre la puerta del coche y se encuentra sorpresivamente con la cara de una chita que le ruge en señal de advertencia. Sentada detrás del animal, Priscila la mira fijamente y le sentencia: Jamás vuelvas a contradecirme. El coche parte y Helena en voz alta se dice a sí misma: “Gata engreída, todavía no me conoces”. TITULOS.

Steve se encuentra terminando los detalles de su partida y atiende a Lyndsay que le reprocha la indiferencia del último tiempo. El se excusa con el juicio que tiene por delante y con una misión que se aproxima; no obstante, le promete que el viernes, después de la semana de entrenamiento, ella puede ir a buscarlo a la base y se tomarán el tiempo necesario para hablar las cosas. Muy cerca, en la biblioteca, al padre de Steve le ha sido imposible no escuchar el desencuentro.

Diana llega con su bolso al campo de entrenamiento y tiene que soportar la mirada desconfiada y las indirectas de sus compañeros porque es la única mujer en la misión. Aunque no pertenezca al cuerpo directo de abordaje, su papel de asistente le exige conocer minuciosamente los detalles participando también de la instrucción. Por eso, intenta mandarles un mensaje, cuando a propósito le arrojan fuertemente parte del equipo y ella lo recoge con presición y firmeza.

Cinco aviones son piloteados entre las montañas majestuosas de la zona. La belleza del lugar estimula a los pilotos a ciertas destrezas previas al delineamiento de la rutina. Sin embargo, en una de las naves los problemas se han seguido desde que despegaron, y una vez alcanzada la velocidad de travesía se intensifican. Desde la base se les ordena regresar y Tom dispone todo para ello. Pero en ese momento los controles muestran lo inevitable: el avión se encuentra abruptamente fuera de control. Después que se ha hecho todo lo posible, los pilotos llegan a la conclusión de que cualquier intervención humana resulta inútil. Pero lo peor está por llegar: cuando se alistan los eyectores de emergencia, el comando de Tom no responde y Diana insiste en no abandonar la nave. En medio de la situación la amazona le increpa a su compañero que sólo salta si él salta, y que por lo tanto tendrá que confiar en ella. Dejando una estela negra, el avión se proyecta furioso contra la zona más boscosa del lugar, entonces Diana arranca con su mano el asiento del piloto; después, como quien corre una simple banda de papel aluminio, barre la placa del costado y en medio del viento que los hostiga arroja cuidadosamente a Tom hacia afuera. La salida brusca arrastra al desafortunado piloto que cae al vacio, y Diana se lanza tras él para alcanzarlo. Sabe lo arriesgado de la empresa: manejar las corrientes de aire es difícil para una amazona, hacerlo cargando otra persona es casi imposible. Sin embargo, su destreza, su coraje y su compasión logran que llege hasta Tom y lo sujete. En la caída libre que llevan, la amazona le explica cómo debe aferrarse a ella, y el pobre Tom, después de lo que ha visto obedece inmediatamente. Pero en ese instante, el avión explota y un pedazo del mismo sale proyectado y los golpea con fuerza separándolos irremediablemente. Para Diana el salvataje se ha vuelto imposible, y tardiamente -por la impresión- logra reponerse escasamente, por eso atravieza en forma violenta los árboles del bosque y queda inconsciente en el suelo.

Los equipos en la torre han confirmado la falla en las eyecciones. Las esperanzas de encontrarlos con vidas son casi inexistentes. Mientras Steve conduce su Jeep hacia donde han caído los restos del avión, recibe una llamada de Etta que, después que logra hacerse escuchar, le dice no sólo que Diana está con vida sino que también sabe dónde se encuentra. Mientras observa en su pantalla un mapa en el que se muestran focos extraordinarios de energía, le indica a Steve la situación exacta de la teniente Prince. Diana ha caído en una zona muy boscosa de difícil acceso. Steve se desplaza a toda velocidad siguiendo las indicaciones de Etta y logra llegar hasta el final del camino accesible por vehículo. Cuando se baja, ingresa en la parte más cerrada del bosque, y tras él, en un cartel se puede leer: Reserva de lobos salvajes.

El temblor de los párpados, el dolor y el mareo, le impiden a Diana ver y orientarse correctamente. Con esfuerzo logra finalmente situarse y se descubre en el medio de la floresta. El primer recuerdo que le viene a la mente es el rostro del pobre Tom que se aleja suplicándole ayuda, pero se ve quebrantado bruscamente cuando su oído registra un bufo entre la espesura. Cuando logra incorporarse descubre frente a ella un lobo gris que la mira provocador. En cuanto trata de avanzar sus piernas no la sostienen, por eso, cae y se pega la cabeza en una piedra. La fragilidad de la presa excita aún más al animal que se lanza sobre ella cuando dos disparos certeros lo detienen y lo derriban.

En forma progresiva el rostro de Steve se aclara ante la princesa, y unos segundos después, Diana comprueba cómo le limpia la sangre del rostro y le ofrece una sonrisa alentadora. La serenidad y el calor inusual de la noche predicen la tormenta que se acerca. Steve, después de comprobar que no tiene señal, enciende un fuego. Diana acomodada en una roca, lo observa, y no puede dejar de pensar en la suerte de Tom. Después las heridas se calman y la amazona se duerme. Steve se sienta junto a ella y a punto de tocarle el cabello se detiene, sólo la observa y susurra: parece un ángel.

El amanecer encuentra a todos en una fuerte tormenta que dificulta la búsqueda. Diana y Steve, a causa del agua y del estado de ella, han emprendido el camino de regreso con dificultad. Helena acaba de llegar a la base de entrenamiento con Etta, y mientras le indica que tristemente habrá que avisar a los familiares de la teniente Prince, su secretaria, sin que la vea, sonríe burlona.

La lluvia y los rayos caen tan fuertes que el diálogo entre Diana y Steve se ha vuelto casi imposible. Al llegar al final del camino enlodado, Steve deja a su compañera apoyada en la base de un árbol y va en busca de alguna salida que sortee el precipicio que se interpone entre ellos y la continuación del sendero. Diana sabe que los lobos, sin la protección del fuego, los encontraran rápidamente, por eso hace un esfuerzo final sabiendo que la dejará peor de lo que está. Espera que Steve se encuentre alejado y apoya firme la muñeca de su brazo en la frente; entonces la energía de Temischira brilla brevemente y le devuelve la tiara que se guarda en la Isla. Al lanzar la corona, la velocidad de ésta, lejos de perderse se incrementa paulatinamente, y lo que en principio parece un rumbo errante se convierte luego en dirección precisa: como disco de fuego, el emblema de princesa atraviesa dos viejos arboles, cercenando sus troncos y haciendo que caigan improvisando un puente.

El acceso a la “Base Smallville” después de los últimos acontecimientos ha sido dificultoso, incluso para personas con influencias como Lyndsay, que ha tenido que esperar casi una hora para la autorización. Cuando la muchacha ansiosa llega a la explanada de arribo, se encuentra, en medio de personas que van y vienen, con una camioneta de la que bajan Steve y Diana. La teniente Prince lleva un paso inestable y pronto pierde el conocimiento. Steve evita que caiga y la toma con fuerza en sus brazos hasta que la deposita en la camilla que se acerca. Para Lyndsay el gesto ha sido suficiente. El rostro de Steve, sus modos, el conjunto todo le ha mostrado los sentimientos en que se ha fundado la escena. En todos los años que lleva de conocerlo nunca lo había visto de ese modo; por eso, guarda el pequeño presente que lleva en su saco y se pierde en la confusión discretamente.

Créditos
Próximo Episodio: FAMILIA

NOS VEMOS

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