Wonder Wonder Episodio 10: ÁFRICA. Escrito por Tom Monroe.

WONDER WOMAN Episodio 10: ÁFRICA.
Cuando Lyndsay desciende por la escalera principal, el matrimonio Trevor comprueba lo que temía: su hijo acaba de terminar con el compromiso. Todos lo intentos que hacen para retenerla se vuelven más inútiles a medida que ella argumenta. Manifiestamente dolida pero tranquila, Lyndsay les va explicando el porqué de su decisión. No se trata de que Steve se haya fijado en otra persona; el punto por el cual ella piensa que no hay retorno es muy diferente: recién ahora lo ve enamorado; y con eso no puede ni quiere hacer nada. Si, como le replican, Diana tiene más o menos clase que ella es un tema aparte, y no tiene que ver con la evidencia de la realidad actual. Después que la puerta se cierra, es Steve el que aparece por las escaleras con su bolso al hombro, y sin comentar su decisión, se despide con un abrazo y les insiste que recen por la misión. La madre lo sigue con los ojos húmedos a través del ventanal, para ella no es fácil olvidar lo que sucedió la última vez que partió para África. Títulos
“¿Quién es la Mujer Maravilla?” es el titular de la nota del periódico más vendido de la ciudad, que Diana lee en el vestuario cuando es interrumpida por Etta. Aunque no de primera plana, el hecho es que la información ha comenzado a filtrarse por la red, e incluso en algunos sitios aparece el video que estaba en manos oficiales. Las dos amigas comentan la noticia y luego Etta saluda radiante. No es que se encuentre tan feliz porque el avión de ella sale primero hacia África, sino que le ha tocado en suerte viajar en el mismo vuelo que Mark Jason. Diana, por su parte, espera a Steve. Después de la muerte de Tom y de la detención de Helena Circe, es el mismo coronel Trevor quien piloteará el nuevo avión con la teniente Prince. Mientras Steve se prueba el traje de piloto, Mark Jason repasa junto a él los pasos que tienen planificado cuando lleguen a destino. Ninguno de los dos sabe con que se encontrarán realmente, pero esta vez cuentan con información que antes no tenían.
El ruido de las turbinas encendidas y el personal que se mueve en torno al avión, dificultan la comunicación de Steve y Diana que acaban de coincidir para la salida. Recién cuando alcanzan cierta altura la tranquilidad consigue un espacio, y Steve le dirige una sonrisa de felicidad a su copiloto y le pregunta cómo se encuentra. Los dos juntos manejando la nave trae por unos segundos recuerdos confusos a la memoria de Steve. Con todo, el vuelo sigue tranquilo y el avión se pierde en la puesta del sol del Atlántico.
De todas las miserias que Diana había imaginado del mundo del hombre, quizás, ninguna alcanzó lo que ahora contemplan sus ojos. Entrando con el jeep -a paso de hombre- en el primer pueblo de África, Steve y la princesa se encuentran con una calle poblada de niños y mujeres. Los cuerpos deformes de aquellas criaturas absorbidas por el hambre es un espectáculo horrendo para la sensibilidad de cualquier persona, para la amazona se está volviendo insostenible. Cuando su mirada se posa en los ojos enormes y suplicantes de un pequeño, la impotencia se instala en su corazón y la comienza a afectar físicamente. Ya en la carretera, Steve tiene que parar el auto al borde del camino para que ella se reponga. Su rostro se ha vuelto pálido, y el color azul de sus ojos parece haber disminuido dejando lugar a un amarillo que asusta.
Los días previos al asalto, el grupo se disemina en distintos poblados para no llamar la atención. Steve, Diana, Etta y Mark se han reunido en una pequeña aldea desde donde se planifica explorar la zona cautelosamente. Con Helana Circe descubierta, los jefes de la delegación piensan que las filtraciones han acabado; por eso, se figuran contar con el elemento sorpresa para la toma. En las precarias cabañas de las cuatro mujeres que tiene la misión, el atardecer las encuentra en una cena distendida, en la que Diana ha dicho pocas palabras. Los varones, en las cabañas vecinas, juegan a las cartas y algunos pocos estudian los planos de la zona.
El grito desesperado de algunos aldeanos irrumpe duramente la noche, y cuando los marines comienzan a salir de sus refugios, se encuentran con un grupo numeroso de leones y chitas que ha invadido el poblado. Algunas bestias pelean entre ellas, otras tratan de entrar en las chozas de los habitantes, y las más feroces arrastran alguna presa. La escena es terrorífica, y los militares no tardan en reaccionar con disparos que en su mayoría dan en el blanco. La situación sería medianamente controlable si no fuera por el número de bestias que parece llegar de la nada. Mark y Etta han cargado una camioneta con los más desvalidos e intentan sacarlos fuera del campamento. Diana, después de haber analizado el marco, recorre el paraje socorriendo a aquellos que son arrastrados hacia la maleza. Su oído de cazadora la lleva a través de los altos matorrales donde escucha el grito de un hombre que es remolcado de su pierna. Cuando llega al lugar se encuentra con un león macho que le ruge en señal de un ataque inminente. El lazo se convierte entonces en en látigo poderoso, y el felino huye sin ofrecer resistencia.
Etta conduce a gran velocidad por un sendero desconocido y tiene que virar burdamente cuando una figura animal le sale al encuentro. El giro no es del todo afortunado, porque el vehículo colisiona contra un enorme árbol. Pasaría mucho tiempo hasta que Etta volviera a tener noches tranquilas después de ver el rostro de la criatura que le salta en el capote. Ella y Mark se quedan congelados en los asientos delanteros contemplando las fauces amenazantes que se abren detrás del vidrio, hasta que la bestia rompe de un zarpazo el parabrisas y arrastra al ingeniero hacia el corazón de la selva.
En la aldea atacada las cosas se han restablecido, y Diana se encuentra con Steve que ayuda a unos heridos. Cuando le pregunta por Etta y Mark, ambos se dan cuenta de la trampa en la que han caído. Entonces el coronel Trevor corre hacia su cabaña en busca de alguna señal, pero Diana ya ha visto el sendero en los pastizales producido por el vehículo y comienza a seguirlo.
En el interior de la jungla, en la noche húmeda, la camioneta con los desamparados se ve rodeada progresivamente por un nuevo grupo de felinos rugientes. Diana los ha escuchado, por eso su paso se ha transformado en carrera veloz a través de la selva. A medida que incrementa su velocidad, los recuerdos de Tom, los ñiños famélicos y los heridos recientes desparramados en el poblado, se agolpan en su corazón que late fuerte. Entonces siente que el odio invade su cuerpo como una savia amarga que trepa ganando terreno. Cuando llega al lugar del encuentro, de un salto se sitúa en el techo del vehículo y las fieras se lanzan hacia ella. Las patadas firmes y los golpes de puño de la amazona se suceden en forma feroz, y los animales se incrustan en la arboleda que los rodea. Algunos incluso, son capturados en el aire con su lazo, para luego ser arrojados a metros de distancia donde caen prácticamente destrozados. La casería ha terminado, y la princesa yace de rodillas en el suelo y lanza un bramido que recorre toda la foresta. Etta sale lentamente del vehículo y la encuentra llorando desconsolada y cubierta de sangre.
Aunque la aldea es asistida por personal preparado, los militares se han retirado a una zona diferente. La misión debe continuar, y ahora con Mark desaparecido el plan alternativo se ha puesto en marcha. Steve, sobre todo, esperaba este encuentro, por eso contaba con que las cosas se encaminaran de este modo. Ahora, instalados en lo más profundo de la selva africana, la mañana luminosa le sirve a Diana para olvidar un poco lo sucedido, mientras explora con Steve las zonas vecinas. Salvo por lo excesivo de la humedad, el ambiente le recuerda mucho a Themischira. La vegetación intensa, el verde furioso que se mezcla con los olores exóticos se instalan en su alma herida y son como un bálsamo que la calma. Cuando llegan al final del rio principal, el jeep frena y ambos se bajan para admirar la cascada, que cae desde la altura hasta un piletón de agua rodeado de un manto vegetal que simula una corona natural de plantas coloridas.
Cuando Diana se saca las botas que lleva Steve piensa que es una broma, pero después de verla lanzarse hacia el agua, imitándola se arroja tras ella. El cuerpo de Diana recupera poco a poco su equilibrio mientras se ahonda en las aguas de la poza. Steve apenas puede seguirla, y se extraña de que soporte tanto tiempo la respiración. Sin embargo, quizás llevado por la fuerza del deseo, la alcanza y juntos emergen riendo hacia la superficie. Con nado tranquilo llegan al margen y se sientan en una roca. Él se queda suspendido mirándola por un momento. Diana siente que su corazón vuelve a latir con fuerzas, pero contrariamente a la noche anterior, un vigor que unifica la recorre por dentro. Los brazos de Steve la rodean con firmeza mientras la besa; la amazona, por primera vez en su vida, siente que participa de un sentimiento desconocido que la engrandece sobremanera.
Mark recupera el conocimiento y observa cómo el techo del lugar gira a su alrededor, después que logra estabilizarse se pone de pie y estudia la habitación en la que se descubre prisionero. La única puerta se abre tras un sonido eléctrico y aparece un hombre alto, con una túnica blanca de laboratorio que le da la bienvenida. Sin muchos preámbulos lo conduce a una zona subterránea y en una especie de hangar se encuentra con una pequeña fábrica para armar un avión exactamente igual al que él ha diseñado. Cuando Mark analiza los planos, le pregunta por qué tanta insistencia en este modelo, y el sujeto le contesta que en homenaje a su mente tan brillante le dará una explicación apropiada: Existe una Isla mítica perdida en el Océano que no figura en los mapas. En ella se encuentra una fuente única de energía que acelera los procesos vitales de la especia humana. Pero tiene un pequeño inconveniente, la misma energía no sólo vuelve imperceptible el territorio, sino que desvía cualquier objeto que intente atravesar el perímetro del lugar. Sólo el avión que él ha construido ha logrado desarrollar una velocidad ante la cual la barrera energética no tiene poder. Por eso, necesita de un ejército de estas naves para tomar posesión del sitio. El doctor se retira después de dejarle las indicaciones necesarias, pero antes que la puerta eléctrica se cierre, Mark le pregunta quién es, y el individuo le contesta: puede llamarme doctor Psycho.
CRÉDITOS
Próximo Episodio: ESPECIE
DOS últimos episodios: CHEETAH, Y THEMISCHIRA.
NOS VEMOS

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