Wonder Woman por Tom Monroe. Temporada. 2, episodio 2.


Hoy les traemos la continuación de la historia escrita por Tom Monroe, el primer capitulo de esta historia lo pueden leer aquí.


Episodio 2: AMAZONA.

El buen guerrero es siempre un estratega, por eso, Diana planeó cuidadosamente junto a Etta su regreso a América. De la misma selva, la desaparecida oficial Prince, llegaría a un poblado africano donde daría las primeras señales de vida. Ambas sabían bien lo que tenían que decir y hacer para que la historia resultara creíble; sin embargo, lo que ninguna de ellas previó fue el curso independiente que seguiría el corazón de Diana. Después que su avión la dejó en las entrañas de la selva, en la larga jornada hacia la civilización, la princesa tuvo tiempo de traer a su memoria todo lo vivido con Steve, y conforme tomaba conciencia, lentamente el aire empezaba a faltarle. Por primera vez en su vida le pesaba la soledad. Ella, que tantas veces había disfrutado de lugares apartados, ahora no soportaba la naturaleza si no lo tenía a él para compartirla.

Cuando cayó en la cuenta del origen del frío en su cuerpo –nunca antes había tenido fiebre- fue tarde para llamar a su avión, la vista se le había nublado lo suficiente como para hacerla caer por una pendiente hasta un barranco lodoso.

Títulos.

Atenea, ya lo hemos dicho, era sabia, por eso, cuando dispuso el diálogo con los superiores del mundo del hombre, no quiso la presencia de ningún periodista. Aunque ya en los medios circulaba la presencia de una mujer maravilla, hasta ahora, no había habido una presentación demasiado pública como para que no quedaran dudas de que era algo más que una leyenda urbana.
Así pues, todo se realizaría en la más estricta seguridad. El presidente quería una entrevista con ella y con los principales, directamente en la Casa Blanca. Hasta entonces, la Mujer Maravilla permanecía en la Base Aérea, en una zona exclusiva a la que sólo tenía acceso un número limitado de personas, entre ellas Steve Trevor.

La recordaba más alta, incluso, aunque nunca llegó a verle el rostro claramente, hasta podría decirse que más espectacular. Steve le extiende la mano a la Mujer Maravilla dándole las gracias por salvarlo.

-Coronel, no hice más que lo que el deber me pedía- responde Atenea mientras un flashback le trae de la memoria a Steve en los tiempos que estuvo en la Isla.

A poco de allí, el General Blanchestein, reúne a un grupo de personas para informar que la teniente Prince ha sido encontrada con vida en África, pero que su estado es delicado. La baja en las defensas del cuerpo de la amazona, trajo consigo un desequilibrio fisiologíco que nunca había experimentado. 


Los gérmenes con los que no había crecido, aprovecharon la confusión del organismo para tomar posesión de él. Por eso, la fiebre es ahora imposible de bajar. Los médicos del campamento donde se encuentra, temen que no resista el traslado a América.

Con escalofríos que nunca ha experimentado, Diana casi delirando, intenta levantarse para llegar a la medalla que le han sacado y que reposa en una pequeña mesa. Cuando la alcanza, cae al suelo donde pierde el conocimiento, pero no sin antes presionar el rubí que la pieza lleva engarzada en el centro. A miles de kilómetros, Hipólita recepta la señal de su hija.

El amanecer encuentra una intensa actividad en la Casa Blanca. El color de las botas de Atenea es tan intenso que no se confunde con el rojo de la alfombra del lugar. Así lo contemplan extasiados los guardias de seguridad cuando ella camina inexpugnable hacia el salón del encuentro. Al entrar, los caballeros se levantan y tampoco quedan impasibles con su presencia. El mismo Presidente deja entrever una demora inusual para ofrecer el saludo de bienvenida.

Ni un solo comentario sobre el lazo y los brazaletes que lleva puesto: a pesar de la insistencia, Atenea corta llanamente las preguntas dirigidas a su atuendo y a su persona. Su diálogo se limita a revelar la existencia de las amazonas y del interés que tienen de entrar en contacto con el mundo del hombre. Por un momento, los examinadores parecen perder la compostura, sólo el Presidente y Steve conservan un respetuoso silencio. Cuando se cumple el tiempo estipulado, la Mujer Maravilla se incorpora y pide que se alisten las cosas para su regreso a la base. Entonces el coronel Trevor, aunque no sabe porqué, recuerda el oído fino de las amazonas, por eso a pesar del tumulto que sigue a la procesión, desde atrás se dirige a la Mujer Maravilla:

-“Atenea, sé que puedes escucharme”- susurra mientras observa a Atenea que gira su cabeza para cruzarse con su mirada.-“Tienes que seguirme en esto” - agrega sin que ella asienta.- “Tres hombres de mi confidencia han dejado la comitiva y los he perdido de vista. Ya no sé en quien confiar, ahora sólo en ti puedo apoyarme”-.


 Momentos después, cuando la caravana de autos se dispone a partir, el chofer del primer coche se baja e intempestivamente balea al del segundo, que en esos momentos se disponía a subir. Al primer tirador le suceden dos más, y, al igual que en los últimos acontecimientos, se trata de personas que ya llevan tiempo en el servicio especial. Uno de ellos se acerca rápidamente al vehículo que transporta a Steve y Atenea y descarga su arma en la parte trasera donde la amazona rechaza velozmente los proyectiles. El Coronel Trevor que ya ha sacado su arma y se encuentra cabizbajo a su lado, le dice que lo que está ocurriendo no tiene sentido:

-Ellos saben que no pueden lastimarte de este modo, ¡Esto es sólo para distraernos!. ¡Tenemos que volver, únicamente el Presidente puede ser el objetivo en este lugar!- le aclara a la amazona que lo cubre mientras abandonan el automóvil.

En el interior de la Casa Blanca el Presidente se queda sin palabras cuando uno de sus custodios principales lo obliga a dirigirse al ala contraria. Afuera Atenea y Steve han llegado a la parte trasera de la Residencia y se ubican justo debajo de un gran balcón.

-Aférrate a mi espalda- le indica Marvila a Steve, que contempla asombrado cómo sus pies abandonan la gramínea verde para elevarse más de cinco metros sobre el suelo. El salto de Atenea los sitúa en las afueras de uno de los pisos superiores, y de allí se infiltran silenciosos en la Casa.

Cuando las evidencias los llevan ante la puerta de un salón privado, tres sujetos le salen al encuentro  empuñando unos objetos pequeños y ligeramente ovalados. Después de apuntar hacia Atenea, un hilo de luz sale proyectado de la extraña arma y rebota en uno de los brazaletes. La Mujer Maravilla no esperaba un impacto semejante, por lo cual es lanzada hacia una pared dónde prácticamente queda incrustada. Los disparos siguientes no pueden efectuarse porque un hombre se hace presente en el lugar y con voz firme les ordena que suelten las armas. Los tiradores obedecen en un primer momento, pero instantes despuésse recuperan y amagan para reemprer cuando Steve se encarga de reducir a uno y Atenea a los otros dos.

Sin tiempo para una presentación formal, los tres entran en una habitación protegida, para encontrar al presidente en el suelo, con dos escoltas que se desasen de sus armas ante el mandato del sujeto que se ha unido al rescate.

-¿Está muerto?- pregunta Steve al hombre que examina al presidente en el suelo.
-No, sólo dormido, preparado para la inoculación- le responde mientras examina el cuello del mandatario.

La luz del techo daña la vista de Diana que acaba de abrir sus ojos. La habitación sanitaria del dispensario africano no le resulta familiar, pero sí el rostro que gradualmente se define frente a ella: Hipólita se encuentra sentada a su lado y la mira serena.

-Las hierbas que te he dado han hecho efecto- le comenta la Reina mientras le pasa un trapo frio en la frente.

-Pensé que después de mi decisión mandarías a Beau- le responde Diana mientras pretende incorporarse.

-Definitivamente no sabes lo que es un hijo- le replica su madre ayudándole a sentarse. Diana intenta agradecerle pero sus ojos se llenan de lágrimas y entonces la Reina la estrecha en un abrazo.

-¡Cuánto duele madre!-Lo sé hija mía, lo sé…

Después de una intensa noche de preguntas e investigación, al amanecer la comitiva regresa al de la Casa Blanca y se reúne con el General, Atenea y el individuo que los ha ayudado. El caos se instala progresivamente en la asamblea porque después de lo desconcertante de los últimos hechos ya nadie confía en nadie.

-¿Cómo sé que no voy a darle la espalda sin que me dispare General?, le pregunta exaltado uno de los militares a Blanchestein que vanamente pide calma.

-Porque si acá hubiese alguien dispuesto a traicionarnos yo lo sabría- responde el extraño hombre que ha permanecido callado durante los intercambios de opiniones.

-¿Y usted quién es?- le objeta otro de los asistentes que tampoco se encuentra sereno.

-Pueden llamarme Andros. El Coronel Trevor y la señorita aquí presente –y con un gesto señala a Atenea-, pueden dar testimonio de mi eficacia, de todos modos estoy dispuesto a manifestarla frente a ustedes. Les solicito por favor que organicen una reunión bajo mis condiciones, y allí explicaré con detalles lo que está ocurriendo-. Responde el misterioso sujeto que luego abandonar el lugar sin dar más detalles.

El atardecer llega bellísimo a la residencia Trevor y Lyndsay sorprende a su esposo que dispone su arma sobre la mesa del dormitorio. Un sirviente golpea la puerta e interrumpe el encuentro notificándole a Steve que Mark Jason lo espera abajo. En la biblioteca su compañero lo aguarda de pie frente a una imagen de la mitología griega y sin preámbulos le suelta la noticia:

-Diana ha aparecido con vida en África-.

El semblante de Steve atraviesa rápidamente por diversas emociones, y al final se queda con la mirada fija en un punto, mientras una sonrisa parece emerger de lo más profundo de su alma. Por el contrario, Lyndsay que ha escuchado detrás de la puerta, conserva la misma expresión detenida en el tiempo: un rostro duro se ha instalado en su fisonomía y difícilmente la abandone en adelante.

Créditos
Próximo Episodio: PRINCESA.

En este ENLACE pueden encontrar la tercera parte de esta historia.


Nos Leemos Pronto.

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