Wonder Woman por Tom Monroe. Temporada 2, Episodio 8.




Episodio 8: LEGADO.

Andros toma en sus manos uno de los brazaletes que descansa sobre la piedra y observa sus detalles: Forjado en un material desconocido lleva pequeñas estrellas rojas que rodean toda la circunferencia; en el medio una de mayor tamaño brilla con más intensidad. Mientras pasa suavemente la yema de su dedo índice sobre ellas, la Reina irrumpe en el lugar:

-Son de carbúnculo rojo…, las estrellas…., están confeccionadas de un material que sacamos de la Isla y se llama carbunclo- le dice Hipólita mientras se acerca y le retira el brazalete de la mano, para luego agregar-y se supone que en esta habitación sólo entra la Reina.

-Lo sé- le contesta Andros-Pero tú Hipólita no puedes hacer nada para que me transporte libremente por el espacio terrestre.

-Aparentemente ya no puedo ordenar nada a nadie, mis hijas ya no me escuchan-
-Aparentemente-le replica Andros-ya hace tiempo que tu no las escuchas a ellas ni a tu conciencia. Pero dime ¿Cómo funcionan estas cosas?

-Son regalos- contesta mientras acomoda el lazo en su lugar- En esta habitación se encuentras las armas simbólicas de las amazonas: el lazo, los brazaletes y la tiara. El origen de ellos es un secreto sólo para nosotras; el porqué se guardan aquí es muy sencillo: la amazona elegida no puede portarlos todo el tiempo, por eso se mantienen seguros en este lugar al que sólo tiene acceso la Reina. En el momento que la destinada los precise, debe girar para atraer hacia ella la fuente de energía que yace sobre esta cueva; y al igual que tú te transportas casi insensiblemente por el espacio, la energía transfiere las armas a la guerrera que espera.

-Primitivo, pero fascinante-agrega Andros.

La charla se ve interrumpida por las puertas de acero que se abren y dejan al descubierto una delegación de mujeres encabezada por Donna.

-¡Reina Hipólita, queda depuesta de su cargo!

Títulos.

Diana ajena a lo que ocurre contempla el mar desde su acantilado predilecto. Desde allí, hacia el frente se domina gran parte del horizonte y hacia atrás se levantan majestuosas las montañas de la Isla. Contrariamente a lo que se espera, por la pequeña bahía que se forma y la enorme pared vegetal que establecen las montañas, no hay usualmente formación de viento, por eso la calma acentúa aún más la belleza del lugar. La tranquilidad, sin embargo, se  quiebra, primero por un estampido en el cielo y segundos después por una brecha que se abre en el agua y que va dejando tras de sí una estela de espuma. Diana reconoce inmediatamente el ruido de su avión y se lanza hacia el mar sin pensarlo. Una tortuga en las profundidades, sorprendida observa el cuerpo de la amazona que se cuela en el mar tras un clavado perfecto, y que continúa luego como un proyectil perdiéndose en una zona lejana. El avión invisible reposa sobre la superficie del mar mientras Steve se saca su casco posado en un ala. El ruido del agua que se abre le reclama su atención y entonces ve emerger el cuerpo de Diana que de un salto se sitúa en el ala contraria. Los dos se miran y se sonríen y luego la amazona le dice:

-Tenemos que dejar de encontrarnos de este modo.

Cuando Hipólita termina de escuchar las acusaciones que sobre ella realiza el Gran Consejo, se levanta de su sitio y con calma pero profundamente amargada se dirige a sus hijas, especialmente a Donna y Drusila:

-Hijas mías, han olvidado porqué he sido elegida Reina, y además han tomado esta decisión sin la presencia de Diana, por eso no tiene valor alguno.

-Con respeto Madre, pero vas a tener que dejar las instalaciones del Palacio-agrega Donna.

-Como decía hijas, han olvidado el porqué de mi elección. Piensan que no sabía que esto terminaría así, lo vi desde el primer día que Steve Trevor llegó a esta Isla, por eso esto los hago por el bien de todas ustedes-repita la Reina mientras sus ojos se tornan levemente amarillos. En ese instante, las murallas de piedra del recinto se corren y tras ellas aparecen amazonas con arcos y flechas de carbunclo rojo -el único material del mundo que puede perforar los brazaletes- que les apuntan a las presentes. Beau se encuentra al mando de ellas.

-¿Por qué Beau?, ¿Porqué si tú fuiste la que no animó a desafiarla y decirle que estaba equivocada?-Pregunta Donna impresionada.

-Y sigo pensando que lo está hermana, pero no puedo dejar que las cosas se hagan de este modo, soy fiel a la ley de las amazonas.

En ese instante Andros ingresa en la sala y desarma con un movimiento de su mano a una docena de amazonas que en vano le disparan con el arco; pero el lazo de 
Artemisa certero y rápido, lo envuelve con una energía para él desconocida.

El avión invisible flota en la superficie de un mar calmo como nunca. En la misma ala, Diana y Steve conversan sentados con los pies sumergidos en el agua hasta las rodillas. Ella lleva el cabello apenas mojado porque se le ha ido secando con el viento; él se ha sacado lo más pesado del traje y juega con el caso en la mano mientras la mira y conversan. Steve Trevor nunca pensó que sinceramente pudiera atarse a una sola mujer. Si se comprometió con Lyndsay fue porque era inevitable que escapara a la fuerte costumbre de la familiar, y en cierta manera con ella se sentía cómodo; pero su estatus social, su presencia y su carisma le jugaron ciertamente en contra a la hora de asentar el corazón. Ahora en presencia de Diana, no puede entender que no tenga más ganas de conocer a nadie; más aún, que sepa con tanta certeza que no necesita buscar más mujeres. Ella se encuentra allí, frente a él, y le habla sin ambigüedades, sin juegos de seducción, con la simpleza más pura que jamás ha visto; sin embargo, sus palabras están lejos de manifestar una condescendencia infantil, por el contrario están llenas de convicción y fuerza. 

A miles de kilómetros de ese encuentro, otro no menos esperado, se presenta en la nave de los skrells que orbita fuera del alcance de los sistemas terrestres. Helena Circe se presenta tras unas puertas que se abren automáticamente, y conoce finalmente a la cabeza de toda la operación.

-Por fin nos vemos las caras, permítame presentarme: soy Cyber. Helena…, soy el que se ha mantenido en contacto anónimo todos esto años con usted- Helena lo saluda sin decir una palabra, la astucia de la serpiente la lleva en sus venas. 

-Sabíamos que podían presentarse algunos inconvenientes- le dice el misterioso sujeto mientras da indicaciones a los skrells con un extraño sonido que sale de su boca. 

-A la Mujer Maravilla no la llamaría precisamente un inconveniente- responde Helena mientras inspecciona el lugar con su mirada-

-¿Mujer cuánto?-pregunta el doctor al parecer intrigado, para luego continuar-Creo que no me comprende. Andros es el inconveniente, todavía no ha desplegado su poder porque no quiere dañar a los terrestres. Él es el verdadero problema…, pero no se inquiete, nosotros tenemos ya la solución.

-¿Qué sería?-pregunta Helena con su acostumbrada indiferencia-

-Puedes llamarlo Sardok- le dice el doctor mientras abre una compuerta transparente que deja al descubierto algo que llama la atención de Helena…

Steve y Diana terminan de acomodar el avión en la costa cuando Drusila llega al lugar agitada y le cuenta a su hermana las últimas novedades.

-Ahora el palacio está custodiado y ella ha dado órdenes de disparar si alguna de nosotras se acerca, además tiene a Andros detenido-puntualiza la amazona mientras Diana y Steve la escuchan atónitos.

Steve intenta en vano detenerla, e igualmente en seguirla, a los pocos segundos una figura blanca atraviesa los bosques de Themischira a tal velocidad que apenas puede distinguirse su forma. No le es difícil a Diana saltear las primeras barreras del palacio, la custodia todavía no es fuerte, pero se frena al llegar al patio principal. Una veintena de amazonas, mientras le apuntan con arco y flecha, le ordenan que se detenga. Diana sabe del material que llevan en sus puntas, e igualmente estar al corriente de la inutilidad de los brazaletes, sin embargo, por muy veloz que estas armas disparen, jamás igualarán a las balas con las que ella se ha entrenado. Avanza gradualmente hacia la entrada principal, dejando en duda a sus hermanas durante los primeros pasos, pero luego una lluvia de cúspides rojas le sale al encuentro. No es complicado esquivar las primeras, pero a medida que se incrementa el número comienza  a sentir que va a perder el control. Puede naturalmente evadir muchas, pero necesita sus brazaletes para detener otras que vienen el mismo tiempo.

Cuando Hipólita se entera que es su hija mayor quien ha roto la veda, se lanza por los claustros del palacio hacia el patio. Todo en su memoria se reúne en esos instantes: las traiciones y luego vejaciones de los hombres antes de que se refugiaran en la Isla, el nacimiento de Diana en Themischira, su crecimiento armonioso y en paz, la llegada del Coronel Trevor, y ahora su hija que yace sin vida en el mármol frío del palacio. 
La inevitable flecha casi llega al corazón de la princesa que no logra evadirla, pero el amor de una madre es más fuerte que cualquier energía, e Hipólita se interpone entre ella y su hija.

Diana sostiene en sus brazos y con el rostro atónito, a su madre que comienza a colorear de rojo el impecable mármol.

-No te preocupes hija, no es mortal-le dice Hipólita mientras le acaricia el rostro.

El atardecer encuentra la Isla en calma y la Reina que despierta en su  lecho pregunta por Diana.

-Se están marchando con el Coronel y con Andros-le contesta Domenika.

Cuando Beau despide a Diana Steve y Andros y les pide que se cuiden, un murmullo de pies que se abren paso por la hierba de la ladera les hace girar: la Isla entera acompaña a su Reina que apenas puede caminar. El silencio de todas al detenerse es impresionante; después sólo avanza Hipólita hacia su hija.

-Algunas personas se convierten en guerreras por la rabia que llevan dentro, otras simplemente nacen para ello. Esto hija mía, te pertenece-le dice la madre mientras deposita la tiara en sus manos. Diana sonríe como sólo ella sabe hacerlo, iluminando el alma de todos los presentes

La amazona, a la vista de todos, sube unos metros la ladera, casi hasta el borde del acantilado. Detrás, otra vez las montañas de la Isla le sirven de marco, delante el horizonte tiñe de dorado oscuro el cielo que secuestra la noche. Cuando la princesa de Themischira eleva sus brazos sosteniendo la tiara en su mano, Steve la contempla con una sonrisa de admiración; ella levanta la cabeza y mirando siempre el mismo punto comienza a girar suavemente con una elegancia que nadie ha podido imitar en todos los siglos del legado. El estallido furioso de energía la cubre por unos instantes, después desaparece, y  tras ese estallido de color, ante los ojos de todos, aparece la Mujer Maravilla.


Créditos
Próximo Episodio: JUSTICIA.


En este ENLACE pueden encontrar la Novena parte de esta historia.


Nos Vemos Pronto :)

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